Nuestros Nuevos Autores en Elevo Editores, Reynel Felipe Gómez Romero

Ibagué, Tolima Colombia, 1992
Reynel Felipe Gómez Romero.


Vi la luz por vez primera, aún sin distinguir muy bien la entelequia que luego llamaría colores, a los prematuros cinco días de 1992, desde ese momento he crecido entre cantos que el sol abraza, mis rodillas aprendieron a sanar entre las calles del barrio Villa Emilia un candoroso barriecito en ese pueblo pequeño al norte de Ibagué conocido popularmente como el Salado. Allí entre el calor del medio día y el olor a guayaba madura aprendí que la vida tenía un particular ritmo, que se me antojaba digno de ser cantado.

Me pasé la primaria en el Liceo Juan XXIII aprendiendo de memoria, recitando en cuanta izada de bandera pude a Julio Flórez y a Barba Jacob, mi amor por lo inefable crecía, aunque la carne sobre mis huesos no hiciera lo mismo.
En el colegio San Simón empezó la incesante duda por el hombre, espina que aún no se marcha de mi costado, más aún, hoy deseo que nunca se marche, allí las precoces lecturas de Hesse y Bukowski, de Bakunin y de Sábato, empezaban a perfilar en mi alma un hambre por servir a los otros, por ser aquel apuntador, que lejos de describir o poseer el infinito, se limita a señalar lo inefable y a reír burdamente, del torpe intento, del nuevo comienzo.

Luego del caótico paso por los estudios de Ingeniería, donde atraído por la comodidad del abstracto, libre como diría Sábato de las manchas carnales del hombre; aún me encuentro levantando la cabeza y encontrándome cada día entre hombres, aquí me encuentro, en el reino de la duda, soñando que otras realidades son posibles, escribiendo con actos la realidad que veo en versos, destilando en tinta mis encuentros con lo indecible, dándome cuenta que la seguridad está bien para los números, pero al hablar del alma del humano, no hay seguridad que abarque tan desmesurado etéreo.

Nuestros Nuevos Autores en Elevo Editores, Enrique Tovar Ceballos

Chaparral, Tolima. Colombia, 1986
Enrique Tovar Ceballos


Los hombres optamos por arraigarnos para obviar nuestro vínculo infinito con lo desconocido. Así que mi biografía debe representar utópicos escenarios, caso contrario ¿Cómo justificaría éste minuto de fama de presunto escritor?

Entonces, no sería atípico que los árboles que he frecuentado desde mi nacimiento no se arraiguen. Tal vez corren hasta la lluvia en actitud sedienta, el Sol puede ser un viejo amigo de infancia. La Luna el primer amor y los murciélagos curiosas metamorfosis de las golondrinas.

Puedo resumir que nací un día no registrado en un minúsculo lugar que hemos nominado Tierra. Como a todos, la vida se ha encargado de establecerme reglas, objetivos y caminos bifurcados, Sin embargo la decisión nunca me ha sido impuesta, es decir, a estas letras no he llegado como consecuencia del mal mentado destino. No sé lo que es una cadena, pero sí, lo difícil que es la biografía. Un hombre gigante me ha enseñado:

* ¿Quisiera usted escribir mi biografía?

* ¡No es posible aún!

* ¿A qué se refiere cuando lo condiciona?

* Afirmo que nacemos con el tiempo. Eventualmente nacerás.

* ¿Acaso no me ha usted observado? ¡Ya he nacido!

* Que afirmación más lastimera hijo.

Hoy aprenderás que mientras un hombre no se haga sabio… No existe.